La adaptación de ‘¡Ay, Carmela!’ de Tinglao Teatro luce y convence en el Apolo

El metateatro en tiempos de la Guerra Civil Española. El Teatro Apolo de la capital almeriense recibió anoche una nueva adaptación de la obra de José Sanchis Sinisterra, ‘¡Ay, Carmela!’, como ya hiciera Carlos Saura al cine en 1990 o personajes tan conocidos como Verónica Forqué, Manuel Galiana, Kiti Mánver, José Luis Gómez o Elisa Matilla en las últimas décadas, desde que se estrenara en 1987. En este caso con la compañía almeriense Tinglao Teatro, con Sensi Falán en el papel de Carmela, José Antonio Montero en el de Paulino, con dirección y diseño del espacio escénico por Adán Torres y ambientación sonora, atrezo, vestuario y diseño gráfico de María Núñez y distribución por Indómitas Producciones.

La adaptación vivida ayer en el Apolo, en el marco de la programación de otoño puesta en marcha por el Área de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Almería, en especial dentro de esa línea de apoyo a compañías y artistas almerienses, consiguió reforzar todas esas fortalezas del libreto original en el que Sinisterra afronta una historia de metateatro dentro del conflicto bélico haciendo que, pese a todo, se viva el argumento en términos de comedia, más que en lo cruento del contexto de su desarrollo.

La historia desvela las miserias de dos actores de una compañía modesta, que recuerda a la figura de los cómicos de la legua o teatros itinerantes que, pese a las circunstancias, van de pueblo en pueblo intentando ganarse la vida. Es cuando cruzan la línea que separan los dos bandos, precisamente en Belchite, uno de los nombres más simbólicos de la guerra, cuando son apresados y obligados a hacer una función para presos de las brigadas internacionales que van a ser fusilados y para los militares captores.

Con este argumento, la línea narrativa oscila entre el pasado y presente, haciendo que los dos protagonistas mantengan intensos diálogos entre el mundo de los vivos y el de los muertos, al que pertenece Carmela por su arrebato final en la improvisada función. Paulino, más pragmático y que acabará la historia con la camisa azul, le recuerda a su pareja que “somos artistas, debemos hacer el trabajo que se nos pide y punto”. Sin embargo, conmovida por el hecho de actuar ante condenados a muerte Carmela acabará pagando el acto de rebeldía final, cantar la canción republicana que tiene su nombre.

Por el camino, aparecerán nombres como los de Jacinto Benavente, Federico García Lorca, Federico de Urrutia, canciones como ‘Suspiros de España’… en una puesta en escena conseguida en su sencillez, con aspecto de viejo teatro derruido y cochambroso.

Una suma de ingredientes que convenció, conmovió y divirtió al público que estuvo cerca de colgar el cartel de ‘no hay entradas’ en la representación.