Imanol Arias borda el personaje de Willy Loman y su desesperada búsqueda del éxito en la obra ‘Muerte de un viajante’

Tras deleitar al público almeriense el pasado año con ‘El coronel no tiene quien le escriba’, de Gabriel García Márquez y dirección de Carlos Saura, anoche, Imanol Arias, ofreció otra oda a la interpretación con el personaje de Willy Loman, en la representación del clásico ‘Muerte de un viajante’, de Arthur Miller, a partir de una adaptación de Natalio Grueso y dirigida por Rubén Szuchmacher.

Imanol Arias está espectacular en la interpretación de este viajante, en los últimos años de su vida laboral, que ve frustrados sus sueños de éxito. Transmite de forma maravillosa las contradicciones del protagonista, que se mueve entre la fragilidad y angustia, y la soberbia que le ha acompañado en su vida, a la vez que expresa de forma brutal los cambios de registros cuando regresa temporalmente a otros momentos vitales para explicar el contexto que le ha llevado a la situación actual. Y, a la vez, el prestigioso actor vasco comparte una reflexión sobre todo lo que se pierde por una búsqueda desesperada del éxito, que queda en el poso del público para reflexionar en casa, tras dos horas de espléndida interpretación. Una auténtica lección de lo que significa ser actor.

Sobre el escenario, Imanol Airas está acompañado por Andrés Muñoz, Miguel Uribe, Fran Calvo, Cristina de Inza, Virginia Flores y Daniel Ibáñez. El diseño de escena y vestuario es de Jorge Hugo Ferrari, el diseño de iluminación de Felipe Ramos, el diseño sonoro de Bárbara Togander y es un proyecto de Okapi Producciones.

La obra de Arthur Miller, cuyo espíritu principal se mantiene en esta adaptación, es una reflexión sobre la expresión del fin justifica los medios a través del manido ‘sueño americano’. Su protagonista, Willy Loman, es un viajante de comercio que ha entregado todo su esfuerzo y su carrera profesional a la empresa para la que trabaja. Su único objetivo es darle una vida mejor a su familia, su mujer y sus dos hijos, a los que quiere inculcarles la ambición por triunfar y progresar en la escala social.

Trabajador infatigable, ahora, con sesenta y tres años, exhausto y agotado tras una vida sin descanso, ve cómo su posición en la empresa se tambalea. Y los sueños depositados especialmente en uno de sus hijos, Biff, se han desvanecido, por un antiguo secreto que les llena de resentimiento y que amenaza con destrozar la estabilidad familiar.

Durante la representación, el público se mimetiza en Willy Loman y es capaz de sentir tristeza por ese hombre que se arrastra, agotado físicamente y suplicando por su puesto de trabajo, o distanciarse cuando se cuentan los motivos no siempre tan honestos que le han llevado a esta situación.

Una auténtica tragedia, de sueños desvanecidos, de frustraciones, que saben representar de forma maravillosa un excelente elenco de actores espectaculares. Todos ellos realizan un trabajo impecable, sabiendo sacarle las aristas y sentimientos a cada uno de sus personajes. Intensa y brillante, dos horas para enamorarse del teatro. Bravo.